“Aquella noche de otoño, mientras
intentaba dormirme, cerré los ojos y me relajé; quise no pensar en que iba a
volver a tener esos macabros sueños… pero empecé a tener una extraña sensación,
sentía un fuerte pitido en los oídos, y comencé a elevarme sobre mi cama.
Cuando me quise dar cuenta, me giré rápidamente y vi mi cuerpo yacer en la
cama. ¿Me había muerto? ¿Qué es lo que sucedía? Quería volver dentro de él, me
sentía terriblemente asustada.
Me estaba viendo a mí misma desde
fuera, tenía una larga melena negra que ondulaba hasta mi cintura, los ojos
oscuros como la noche, un rostro pálido a excepción de unas mejillas
sonrosadas, era una joven de complexión normal y, medía un metro y sesenta
centímetros. ¡Indudablemente, era yo!
Mi pánico fue cuando supe que
realmente mi alma era la que había salido de mi cuerpo, y podía ver todo lo que
ocurría a mi alrededor. De forma fantasmagórica recorrí mi habitación, podía
atravesar paredes, podía volar a donde
quisiera, como si de un sueño lúcido se tratase… Pero sentía tanto miedo de no
poder volver a mi cuerpo, que empecé a inquietarme. Me coloqué frente a mi
cuerpo y comencé a embestir contra él en un intento desesperado de volver a mí,
lo intenté y lo intenté pero fue en
vano.
Pronto me percaté de que no
estaba sola, había una presencia más en la habitación además de mí. En
-¿Eres Keydara, hija de Kalem,
verdad?
Me quedé perpleja, por unos
segundos dudé, ya había perdido la noción del tiempo, no podía distinguir si
era real o era mi imaginación, o simplemente un sueño; me costaba articular
palabra, abría la boca pero no emitía sonido alguno, finalmente, me armé de valor
y pude responder:
-¿Quién eres tú?, ¿por qué estoy
aquí y mi cuerpo está en la cama? ¿Qué es lo que me has hecho? ¡¡¡Hazme volver,
no tienes derecho a hacerme esto!!! Sé que no eres real, ¡déjame volver a
despertar!
Ella dio un paso más hacia mí, y
con la única iluminación de la luna, me di cuenta de que tenía dos grandes alas
negras, puntiagudas, parecidas a las de un murciélago, y le sobresalían de la
frente dos pequeños cuernos; ella volvió a hablarme.
-Lo que ves es real, Keydara, y
pronto volveremos a vernos, para mostrarte quién eres realmente.
Entonces me asusté mucho, comencé
a agobiarme y a suplicar que quería despertar de una vez de aquella siniestra
pesadilla. Sentí como si me succionasen, sensación de que me caía mientras
escuchaba unas sonoras risas, cada vez más intensas en mis oídos que a su vez
retumbaban en mi cabeza.
Por fin desperté de un
sobresalto, tenía hormigueos por todo el cuerpo, poco a poco fui recuperando el
control sobre mí misma. “
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